La joven experta de La Salve se lleva el bronce en su categoría de creadores de fórmulas en el certamen World Beer Challenge, que premió muchas de sus marcas
Karla González no lleva ni un año trabajando en la fábrica de La Salve pero su título de maestra cervecera, que desempeña desde diciembre pasado, se ha visto más que certificado recientemente. Si en la última edición de World Beer Challenge, uno de los certámenes que cada año se dedica a aclarar a los amantes de la cerveza cuáles son de las mejorcitas del mundo, a González le reconocían su trabajo con la medalla de bronce en la categoría Brewmaster of the Year 2021, algo estará haciendo bien.
Así mismo lo dice ella, que a veces tiene sus dudas porque se sabe una recién llegada al mercado con mucho que aprender por delante. Antes no tenía ninguna experiencia en este sector. Bueno, sí, la de «catadora de cerveza en mi tiempo libre –se ríe–. Yo ni hacía cerveza en casa, era lo que se dice una persona normal», explica esta química a la que ahora, de vez en cuando, amigos y familiares le tienen que soltar un «ya no hay quien beba cerveza contigo». «Es que me encanta entender los procesos químicos, el porqué de las cosas. Soy un poco friki. Y a veces me pongo a valorar el color, el olor, todo, y además me pregunto qué pasaría si le echara unos gramos más de lúpulo...», explica, sonriente. Ese tipo de pruebas puede hacerlas ahora en La Salve. No a todas horas, que de lo que se trata es de conseguir que cada una de las elaboraciones que aquí se embotellan de forma habitual (esas de nombres tan de aquí como Botxo, Sirimiri o Txirene) sorprendan al cliente precisamente por no sorprenderle, para mal, se entiende; porque son lo que fueron la primera vez que se probó, por mantener su esencia.
Pero una maestra cervecera ha de probar cosas nuevas. «Experimentar, sacar nuevas recetas, es la parte más divertida. Y depende del mercado, de lo que la gente quiera, de qué se esté bebiendo». Las recetas de La Salve, las de siempre y las otras, han salido con varias medallas del World Beer Challenge celebrado en Estoril. Medallas de oro para la Lager (Mejor Lager Internacional), Sirimiri (Mejor German Kolsch), Txirene (Mejor American Pale Ale), Munich (Mejor Belgian Dubble) y Export (Mejor Dortmunder Export) y de plata para la Botxo, Negra y Pika en las categorías de Belgian Witbier, European Style Dark y Fruit Beer. Y eso explica que la fábrica bilbaína haya sido reconocida como tercera mejor cervecera del certamen.
«Ya no es necesario recurrir a cervezas de fuera para disfrutar», sentencia la maestra cervecera. «Es un producto muy bueno, a la altura del que se hace en muchos otros sitios... y valorado tanto fuera como aquí». Eso significa que lo de La Salve no es solo una cuestión de identificación entre el producto y su lugar de origen y consumo.
Valor de la marca
Aunque la historia de la marca es importante (nació en Bilbao en 1886, cerró en 1978 y resurgió en 2014), lo es más «la calidad». Es una palabra que González repite mucho. «La clave es el trabajo duro e insistir en la importancia de ser meticulosos en todos los pasos de la cadena, desde la selección de la materia prima hasta la higiene». En la medida de lo posible, la materia prima es además de kilómetro cero, cercana.
«Es un valor de la marca. Toda la malta es alavesa. Eso permite, además, reducir la huella de carbono», explica. Las condiciones climáticas en las que se cultiva el cereal imprimen sus características diferenciadas a éste y, por lo tanto, a la bebida final.
–Y de todas las que hace La Salve, ¿cuál prefiere? –Mi favorita es Sirimiri. Es una cerveza muy suave, pero creo que, más que por el sabor, es porque cuando llegué fue mi primera producción y eso crea una relación especial. Luego busco cervezas muy lupuladas, estoy en ese punto. Cada una es diferente y me gusta identificar lo que llevan, a qué me saben.
Fuente: www.elcorreo.com
Foto: Pedro Urresti
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